OPINIÓN
Quo Vadis Biometría
¿Hacia dónde vamos Biometría?
Mg. Lic. David Walfisch, Gerente General de INTELEKTRON S.A.
Probablemente, con el Coronavirus en nuestras vidas, todos estamos consumiendo mucha de nuestra energía tratando de determinar los mejores cursos de acción mientras atravesamos esta pandemia, teniendo que tomar decisiones sin información precisa e inclusive contradictoria, como cuando escuchamos a los expertos explicar con detalle cómo funciona la transmisión del virus… que no sirve y es contraproducente el uso de un barbijo para luego, semanas más tarde, desdecirse y justificar su uso.
Y esto, cuando se trata de biometría, también nos plantea una serie de dilemas, porque hoy en día el sensor más utilizado es el de huella digital que implica contacto y, por ende, riesgo.
Ahora bien:
• ¿Es seguro el uso de la huella digital o puede transmitir el virus?
• ¿Es momento de invertir en el cambio por otra tecnología?
• ¿Qué hacemos entonces? ¿Deberíamos dejar de usar equipos de huella?
En el libro “Blink: Inteligencia Intuitiva”, Malcolm Gladwell nos explica desde muchas perspectivas el valor de la intuición para la toma de decisiones, pero no irracionales, sino racionales pero inconscientes. Y también nos explica que el fenómeno de toma de decisiones está muy influenciado por factores emocionales que pueden llevarnos a tomar malas decisiones.
Y en esta situación, con las presiones de la gente, los factores económicos, y la información (o desinformación) que circula, sin dudas nuestros niveles de estrés no nos están ayudando a tomar decisiones con tranquilidad y análisis, sino todo lo contrario.
Tratemos entonces de compartir una serie de consideraciones que tal vez nos permitan tomar una mejor decisión sobre cómo encarar el asunto del uso de biometría para Control de Accesos y Asistencia durante la crisis actual.
¿Es seguro el uso de la huella digital o puede transmitir el virus?
Lo primero: no soy un biólogo, ni experto en virología, ni uno de los famosos “expertos” en este tema… pero trato de informarme. Y una de las fuentes más interesantes que pude leer es un artículo de una de las empresas número 1 del mundo en biometría, la surcoreana Suprema, cuyo título es “Usando el reconocimiento dactilar durante el COVID-19”[1].
En este artículo se explica que “(…) es difícil afirmar que los sensores de reconocimiento de huellas digitales están completamente a salvo de la propagación de virus. Dicho esto, es menos probable que los sensores de reconocimiento de huellas digitales estén contaminados respecto de otras superficies, como las manijas de las puertas y los botones del ascensor.”
Y creo que ahí está la clave: en entender que estuvimos y estaremos expuestos a muchos puntos de contacto más riesgosos y, en general, inevitables. Por supuesto, el uso de guantes de manera permanente, podría mitigar a esta posibilidad, pero siempre y cuando los usáramos de manera permanente, algo a lo cual no estamos habituados, y que incluso no nos exceptuaría de contagiarnos tal y como lo haríamos sin guantes si además no cambiamos nuestras conductas: porque el fenómeno, hasta donde se sabe, no se da a través de la piel sana (de las manos o cualquier otro lado), sino a través de las zonas con mucosas como la boca, nariz y ojos, por lo que si nos llevamos la mano con o sin guante a esos puntos, aumentamos el riesgo.
Explica también el artículo que, al tratarse el sensor de una superficie muy pequeña donde el contacto es débil y durante menos de 1 segundo, es mucho menos probable que se produzca contagio respecto de otras superficies donde la presión y duración del contacto son más elevados, como un picaporte.
Seguramente ya estamos pensando que si evitamos marcar con huella estamos eliminando un factor, y que un buen reemplazo podría ser el uso de un equipo por Reconocimiento Facial:
¿Es momento de invertir en el cambio por otra tecnología?
Bueno, esta pregunta tiene múltiples aspectos a considerar, pero partamos de la probable situación en que se encuentran la mayoría de las organizaciones: una sustancial reducción de ingresos, o directamente a pérdida. En este sentido, seguramente existen muchas otras prioridades para atender, salvo que este tipo de controles sea de misión crítica.
Luego, por más que tengamos la posibilidad económica, conviene evaluar si ese tipo de tecnología es la más adecuada: la biometría facial ha mejorado mucho en estos últimos años, y cada vez salen equipos con mayor capacidad, velocidad y precisión, lo cual lo convierte en un “Producto Estrella” según la matriz BCG[2] pero, como en muchos ciclos de producto, la madurez todavía no se alcanzó o, al menos en mi opinión, la relación costo-beneficio que proveen los equipos de huella es para la mayoría de las necesidades mejor, aunque por supuesto hay casos donde la tecnología facial tendrá ventajas. Por lo pronto, en pruebas de laboratorio y en casos observados en nuestra experiencia, existen circunstancias donde los equipos faciales no tienen un comportamiento óptimo, como por ejemplo ante variaciones de luz ambiental, donde fallan por falta de contraste o sombras (pese a las luces que puedan tener), o cayendo en un tipo de error biométrico que puede generar muchos dolores de cabeza, como la Falsa Aceptación, donde confunde a un usuario con otro, o permite la marcación con una fotografía, pese a tener activa la opción de detección de rostro vivo. Este tipo de problemas varía según el producto, y según su implementación, ya que ésta última es determinante para lograr los mejores resultados.
Pero inclusive, teniendo un equipo de excelentes características y bien implementado, ¿será mejor en esta circunstancia en particular?
Considero que no lo podemos asegurar, porque posiblemente tengamos que utilizar por un buen tiempo un tapabocas, y para esta tecnología no será lo mismo contar con la visibilidad de los ojos en vez del rostro completo. Incluso si funcionara (dudo que la mayor parte de los equipos disponibles puedan), posiblemente afectaría la precisión de su funcionamiento, al contar con menos datos para comparar. Por lo que habría entonces que sacarnos el tapabocas para ser reconocido, entrando en contacto con este elemento que está justamente en nuestro rostro, y posiblemente luego de haber expuesto a nuestras manos a contactos previos de diferentes superficies contaminantes. No tenemos elementos para cuantificar esto pero parece muy poco práctico o, al menos, no poder asegurar que sea una solución superior a la de huella.
¿Qué hacemos entonces? ¿Deberíamos dejar de usar equipos de huella?
Si nos vamos al mundo médico, y lo extendemos al mundo organizacional, una de las primeras premisas que se aplican fue dada por Hipócrates: “Primum non nocere”, primero no hacer daño.
Esta premisa, nos invita a pensar que, hagamos lo que hagamos (donde incluso está como opción no cambiar nada), aseguremos que no sea peor el remedio que la enfermedad.
Por ejemplo, en estos días se está evaluando el uso de cabinas sanitizantes, donde una persona es rociada por una sustancia que supuestamente elimina el virus. Y no dudo que existan protocolos que, utilizando mecanismos similares, eliminen los contaminantes, como por ejemplo en un laboratorio que tenemos como Cliente: cada persona que entra y sale de un área donde se produce una vacuna veterinaria muy específica, debe ducharse mientras sus elementos son descontaminados. Pero surgen, a partir de esta situación, soluciones menos profesionales donde no sólo no se asegura su propósito, sino que además pueden provocar eventuales daños, como lo indica ANMAT en un artículo reciente [3]: “(…) la ANMAT recomienda no utilizar este tipo de dispositivos de rociado de sustancias químicas sobre el cuerpo humano. (…) aún en baja concentración o por tiempo breve, puede causar potenciales efectos irritantes para la piel y mucosas, reacciones cutáneas, lesiones oculares y afectación del tracto respiratorio.”
Y luego continúa con algo también sumamente importante: “(…) el uso de cabinas sanitizantes o túneles de desinfección no han mostrado efectividad en la desinfección o la reducción de los contagios, además de aportar una falsa sensación de seguridad en las personas, conduciendo a que se descuiden las medidas básicas de prevención establecidas, como el lavado frecuente y consciente de manos (…)”.
Y ahí está la clave para el potencial mayor daño: no sólo no generar un beneficio, sino dar una falsa sensación de seguridad.
Por esto, como medidas generales que en mi opinión pueden ser conservadoras, pragmáticas y efectivas, podemos nombrar las siguientes alternativas:
- Implementar el uso de credenciales de proximidad: muchos equipos ya cuentan con lectores que soportan alguna de esas tecnologías, y hay credenciales que incluso pueden portarse dentro de la billetera, o pegarse como un sticker detrás del celular, e incluso existen tecnologías que permiten utilizar una credencial virtual dentro de nuestro móvil.
- Evaluar el uso de otro tipo de tecnologías biométricas sin contacto: existen dispositivos de lectura de iris, que permiten la detección, con un altísimo nivel de seguridad, incluso a más de medio metro de distancia, y que no se ven afectados por un tapabocas ni la mayoría de los lentes, aunque habrá que ver qué ocurre con el uso de una máscara facial con un acetato o similar que distorsionen la imagen. Estos dispositivos tienen costos más elevados, pero que posiblemente sean una solución efectiva en varios escenarios.
- Continuar utilizando un equipo biométrico por huella, y luego lavarse adecuadamente las manos: este último fue el foco que recomendamos a nuestros Clientes, y para lo cual incluso hicimos una reforma que pusimos a disposición para que al marcar un audio le recuerde que se higienice. También, la sugerencia de disponer de alcohol en gel al lado de cada equipo, y de limpiar al sensor periódicamente, para lo cual cada fabricante realiza las indicaciones del caso.
Sea cual fuere nuestra decisión, espero que la hagamos a consciencia, sin precipitarnos, y considerando a diferentes fuentes de información. El asesoramiento que privilegie el mejor interés de cada Cliente, y no sólo la entendible imperiosa necesidad de vender, es una gran ventaja con la que podemos contar si sabemos a quién recurrir.
Gerente General
[2] Matriz de la Boston Consulting Group, donde se analizan las líneas de productos en función proporciones de mercado y tasa de crecimiento esperada, distinguiendo así Incógnitas, Estrellas, Vacas y Perros, para luego evaluar estrategias a seguir.
[3] “Acerca de las cabinas sanitizantes o túneles de desinfección”, martes 28 de abril de 2020,