CONTROL DE ACCESOS
¿Van a desaparecer las tarjetas plásticas de identificación?
En el debate de la evolución de seguridad y gestión de identidades, suele repetirse el argumento de que las tarjetas plásticas para identificación están destinadas a desaparecer frente al avance de las credenciales digitales; sin embargo, la realidad es más compleja, puesto que las tarjetas no se extinguen, se transforman. Su papel ya no se limita a ser un soporte plástico con datos impresos, sino que se reconfigura como una herramienta más inteligente, capaz de integrarse en arquitecturas híbridas de seguridad y aportar valor operativo, especialmente en aquellos ambientes donde la verificación visual continúa siendo indispensable.
Natacha Jaramillo, ejecutiva de Ventas Internas Senior de HID Fargo para América Latina
La innovación tecnológica no siempre significa un reemplazo inmediato. En muchos entornos, lo que realmente importa no es contar con la tecnología más reciente, sino con la más adecuada para el nivel de riesgo y las condiciones de uso. Una credencial física puede ser suficiente —y más confiable— en escenarios donde la autenticación visual directa es fundamental y, en estos casos, la tarjeta se convierte en un complemento de seguridad, reforzando la confianza institucional y ofreciendo una capa adicional de validación. Es el control de acceso mas básico, quien es portador de una tarjeta tiene el derecho de estar.
Más que un dilema entre lo nuevo y lo tradicional, lo que está sobre la mesa es aplicar lógica a la conveniencia, sin sacrificar la seguridad de las personas. Las credenciales físicas evolucionan hacia formatos inteligentes, capaces de integrarse con sistemas digitales y biométricos, manteniendo su vigencia como soporte tangible de identidad, transición que marca el inicio de un futuro donde las credenciales físicas no desaparecen, sino que, por el contrario, evolucionan y se convierten en piezas complementarias dentro de ecosistemas de seguridad cada vez más complejos.
El rol insustituible de la tarjeta impresa en la seguridad institucional
Aunque las credenciales digitales o virtuales han ganado terreno en entornos corporativos, existen sectores donde la tarjeta física continúa siendo insustituible. En el ámbito gubernamental, por ejemplo, los documentos de identidad y permisos especiales requieren un soporte tangible que pueda ser verificado de manera inmediata y visible. En hospitales y clínicas, permite validar rápidamente la identidad de personal médico y pacientes, incluso en situaciones de emergencia donde la validación digital puede ser limitada.
Asimismo, en instalaciones críticas como aeropuertos, plantas industriales o puertos, la credencial física funciona como un control directo frente a intentos de suplantación y aporta confianza en procesos de acceso que no pueden depender únicamente de sistemas digitales. Lo mismo ocurre en corporaciones multinacionales de sectores estratégicos —energía, minería, tecnología o consumo masivo— donde las tarjetas físicas deben cumplir con estrictos estándares de identidad visual y trazabilidad, reforzando la legitimidad de cada operación.
En todos estos escenarios, el rol de la credencial física es ser prueba visible y verificable de identidad, especialmente donde cualquier error puede comprometer beneficios, autorizaciones o controles operativos y de seguridad.

De las tarjetas físicas a las tarjetas inteligentes
La evolución de las credenciales físicas hacia tarjetas inteligentes no es un proceso lineal de sustitución, sino una transición marcada por la necesidad de integrar seguridad documental con capacidades digitales avanzadas. En este camino, las organizaciones enfrentan un reto recurrente: la incompatibilidad tecnológica entre sistemas heredados y nuevas plataformas de gestión de identidad y resolver esa brecha exige tanto innovación en hardware, como soluciones de software que actúen como puentes de interoperabilidad.
En el plano físico, tecnologías como la impresión de retransferencia o alta definición, HDP (High Definition Printing) han elevado el estándar de las credenciales institucionales, dado que, a diferencia de la impresión directa, la impresión en alta definición o retransferencia, imprime una imagen primero en una película que luego se fusiona térmicamente con la tarjeta, creando una capa indivisible que protege contra manipulaciones y asegura acabados uniformes, con la mejor calidad de imagen incluso en tarjetas con chips, antenas o componentes internos, que cambian la homogeneidad del plástico de la tarjeta. Esta capacidad es relevante en sectores como gobierno, salud y corporaciones multinacionales, donde la credencial debe resistir intentos de fraude y mantener coherencia estéticabajo condiciones operativas exigentes.
A partir de ahí, la verdadera transformación ocurre cuando estas credenciales físicas se convierten en tarjetas inteligentes, capaces de almacenar datos (biométricos, personales, pagos, control de acceso etc). Aquí es donde entran a jugar un papel critico funcionando en complejas aplicaciones de gestión de identidad, asegurando que la información fluya de manera segura y estandarizada. Una tarjeta inteligente puede convivir con aplicaciones móviles de acceso o con sistemas biométricos, garantizando que la autenticación sea consistente en entornos híbridos, capacidad de integración que permite que las tarjetas físicas no se conviertan en un obstáculo, sino en un componente estratégico dentro de arquitecturas modernas de seguridad.
Hoy en día existen lectores de control de acceso capaces de aceptar múltiples formas de identidad —tarjetas, credenciales virtuales, PIN o biometría—, reforzando la lógica híbrida en la seguridad, al tiempo que la emisión de identidades físicas evoluciona hacia soluciones bajo demanda que integran impresoras, cámaras y fuentes de datos en un solo flujo, respondiendo a procesos de enrolamiento cada vez más complejos, convergencia que muestra cómo lo físico y lo digital se articulan en sistemas más flexibles e interoperables.
En resumen, la evolución hacia tarjetas inteligentes no se limita a añadir chips o capacidades electrónicas, sino que implica construir un ecosistema donde hardware y software, trabajen en conjunto para superar incompatibilidades, reforzar la seguridad y habilitar sistemas preparados para el futuro.
Datos seguros y prioridades estratégicas para el futuro
La evolución de las credenciales físicas hacia formatos inteligentes en América Latina debe entenderse también desde la gestión segura de los datos (biométrica, biográfica, operativa etc.) si no se protege adecuadamente, es un punto de alta vulnerabilidad. La trazabilidad, la autenticación visual y la integración con sistemas digitales deben estar acompañadas de políticas sólidas de protección de datos y un cifrado robusto, puesto que la seguridad documental ya no se limita al soporte físico, sino que se extiende al ecosistema digital que lo respalda.
En ese sentido, las prioridades de los fabricantes y organizaciones convergen en un mismo objetivo y es construir sistemas preparados para el futuro. Los fabricantes deben garantizar interoperabilidad, durabilidad, seguridad y soporte integral, ofreciendo soluciones que permitan la convivencia entre credenciales físicas y digitales sin fricciones, mientras que los usuarios, por su parte, demandan confianza institucional,facilidad operativa y la certeza de que sus sistemas de identidad podrán adaptarse a nuevas exigencias sin comprometer la seguridad.
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