Viejas enseñanzas de la filosofía oriental: “Para liderar gente, camine detrás de ella.”.
De Lao-Tse, filósofo chino y fundador del taoísmo, cerca siglo VI a.C.
La frase de siete palabras -en su traducción al español- condensa muy ajustadamente el pensamiento de Lao-Tse sobre el liderazgo, que empieza a manifestarse en su texto fundamental, el Tao Te Ching, y que luego continuarían sus discípulos, los llamados Maestros de Hainan. Alguno podría sugerir la teoría ridícula que ellos, los chinos, están en las antípodas y por eso piensan al revés que nosotros. Pruebas no le faltarían. ¿Dónde ubicamos nosotros al líder, detrás o delante de su gente?
El concepto de Lao-Tsé es breve, preciso y revolucionario. Desnuda con crudeza nuestros erróneos apetitos de liderazgo, creyendo que éste se ejerce colocándose a la cabeza o, mejor, sobre un podio.
Desde allí, arriba y adelante, se dirige. Cualquier parecido con los clásicos hábitos dictatoriales no es pura coincidencia.
Estar adelante no es sinónimo de liderazgo. La posición no otorga autoridad, que es otra cosa. Aquél que trabaja con la gente no sólo gana un lugar significativo, sino que multiplica sus posibilidades. Si la tiene a sus espaldas no sabe lo que hacen, cómo lo hacen, qué dificultades tienen y cuáles son sus virtudes no exploradas. Desconocerá los gestos y murmullos de burla o desaprobación, y hasta ignorará las deserciones.
Hay unas escenas del film Los 400 golpes, de François Truffaut, en las que el profesor de gimnasia sale de la escuela trotando por las calles de París en dirección al campo de deportes. Se coloca primero en la fila de sus alumnos, que deben seguirlo al ritmo de su silbato. Una serie de tomas aéreas verifica cómo los chicos van desapareciendo detrás de los quioscos, doblando la esquina, hasta que queda uno solo, el más obediente, que lo sigue con paso cansino, aceptando su destino. Sin ir tan lejos, quienes hayan cursado estudios primarios o secundarios recordarán qué sucedía cuando un docente poco respetado daba la espalda para escribir en el pizarrón.
Estas situaciones son promovidas a menudo en las empresas bajo el estímulo del estrellato solitario. Por ejemplo, cuando un jefe se apropia del buen trabajo de su supervisado haciéndolo pasar como propio o al preservar protagonismo a costa de cualquiera que le haga sombra.
El viejo Lao-Tsé ha sido objeto de abuso. Se le atribuye una enorme cantidad de frases, todas disparadoras de reflexiones varias. En realidad, la autoría no es importante, sino lo que la frase provoca. Pero para quien no quiere ver, sólo se tratará de un cuento chino.
Por Jorge B. Mosqueira - jmosqueira@ba.net